Sesión 3: Experiencia y realidad[1]
Parte I
“En algún apartado rincón del universo, desperdigado de innumerables y centelleantes sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales astutos inventaron el conocer. Fue el minuto más soberbio y más falaz de la Historia Universal, pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras un par de respiraciones de la naturaleza, el astro se entumeció y los animales astutos tuvieron que perecer.”
Friedrich Nietzsche.
La sesión comienza con la presentación de Nelson Roa de la lectura de Nietzsche, él aporta una pequeña reseña de la vida del autor, sus estudios y principales obras. A continuación, se refiere al rechazo de la identificación entre sujeto y conciencia, para el autor, el sujeto principalmente es vida no conciencia, de esta manera, su actividad productiva, su praxis constituyen la realidad. La realidad es esencialmente contradictoria, está sometida al cambio, no es inmutable. Según Roa, para el autor, lo realmente importante en la vida es la felicidad. El autor habla del intelecto como disimulo, este enmascara la realidad. La verdad es la designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, lo que pensamos como verdad es aquello que imaginamos que es. Así, a través del concepto igualamos lo diferente, “hablamos de una serpiente: la designación alude solamente al hecho de retorcerse, podría, por tanto, atribuírsele también al gusano”. Dicha equiparación realizada a través del lenguaje y el concepto resultan para el autor odiosamente arbitrarias.
Para el autor existen dos tipos de hombre [sic], el hombre racional y el hombre intuitivo, el primero es quien cree en la verdad “que se le ha dicho”, a partir de los conceptos, mientras que el hombre intuitivo es quien vive la realidad de acuerdo a los principios de la vida, de la alegría, el disfrute. La lógica entonces es la esclavitud en los lazos del lenguaje, así las palabras son utilizadas para ocultar, el concepto no es más que el modo impropio de referirse a la realidad, alejándonos de los singular y concreto. Existen dos tipos de personas los enfermos y los activos, hay unas personas afirmativas y otras reactivas, aquellos que no encuentran disfrute en el vivir son quienes aceptan la verdad impuesta, de esta manera la verdad se convierte en fe en lo que se ve, en lo que se siente. Según Roa, para el autor lo más verdadero en el mundo es el amor, la religión y el arte, son realidades del sentir y del vivir, estos generan placer y realmente le dan un valor afirmativo al hombre.
A partir de este momento se abre la discusión, comienza el foro haciendo referencia a la relatividad del tiempo humano. Nuestro tiempo es absolutamente falaz, en nuestra cultura, un joven puede decir “esa cucha está muy cucha” a una mujer de 35 años, de la misma manera que un anciano puede decir “él está muy joven apenas tiene 60 años”. Al parecer, nuestra arrogancia nos hace hablar del año 2011 de nuestra era y nos olvidamos de los 150.000 anteriores que tiene nuestra especie. Recordamos entonces, el antropocentrismo y la arbitrariedad del intelecto tal como lo hace el Nietzche:
“Alguien podría inventar una fábula como ésta y, sin embargo, no habría ilustrado suficientemente, cuán lamentable y sombrío, cuán estéril y arbitrario es el aspecto que tiene el intelecto humano dentro de la naturaleza; hubo eternidades en las que no existió, cuando de nuevo se acabe todo para él, no habrá sucedido nada. Porque no hay para ese intelecto ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo”
Esta arbitrariedad que el autor critica del conocimiento y del lenguaje, nos hace pensar en las representaciones de nuestra sociedad; el amor, por ejemplo, está representado en nuestra sociedad por un corazón, pero ni siquiera por un órgano tal como se vería al diseccionar un cuerpo humano, el amor se representa con una idea de corazón, ¿Qué tiene que ver ese órgano con el amor?, ¿Por qué tal arbitrariedad? En este momento los participantes de la sesión comienzan un interesante debate, intentando comprender la motivación de la representación del amor a través de la abstracción de un corazón, ¿Será el órgano más afectado con la sensación del amor?, ¿Será porque es el motor de la vida humana? Se recuerda que según la medicina se puede sufrir una muerte cerebral, pero el fallo cardiaco es lo que se considera más fatal. Finalmente se hace referencia al Quijote, cuando al referirse a Dulcinea decía estar enamorado hasta los hígados, cita que nos recuerda discusiones anteriores en donde a la luz de Antonio Damasio discutimos la idea de la sensación y le emoción como procesos fisiológicos situados tanto en el cerebro como en el cuerpo mismo.
Pero más allá de la discusión sobre la arbitrariedad, Nietzsche nos devuelve a la idea ya recalcada por los otros autores discutidos, que el mundo de la realidad está mediado por los sentidos, y particularmente por la vista. Nuestra sociedad privilegia la vista como prueba de lo real, sin embargo el ver de la cientificidad no está centrado en el sentido de la vista, sino en la comprobación, no podemos ver las partículas subatómicas, pero las damos por reales, he ahí otra vez la metáfora. Necesitamos entonces construir categorías para poder acercarnos a esas “esencias primitivas” de las que habla el autor, al hablar de nuestras convenciones como ficciones Nietzsche pone en crisis el concepto de verdad, de Verdad con mayúscula.
Sobre el lenguaje una vez más el autor recalca que las palabras son una cárcel y se pregunta si el lenguaje es la expresión correcta de toda realidad. ¿Qué es entonces la verdad?:
“Un ejército móvil de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias: las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora consideradas como monedas, sino como metal”
Para algunos de los participantes es curiosa la sesuda manera de criticar el uso humano del lenguaje por parte de Nietzsche, pues al describir sus procesos con gran detalle refuerza todo lo que se dijo posteriormente acerca de la capacidad simbólica de los humanos. Evidentemente la simbolización está anclada en la convencionalidad, el entendimiento mutuo y la cohesión dependen de nuestro consenso, así que la crítica a la convención no es más que la crítica a la humanidad, y la búsqueda de una Verdad única por fuera de la representación no hace más que oscurecer el sentido de realidades en plural versus el de realidad única. Vale la pena que seamos conscientes de que nuestra verdad es nuestra verdad en la medida en que la compartimos, pero también vale la pena saber que no es la Verdad, pues más allá de nuestro consenso otras verdades se asoman, así como fuera de la representación de hecho existe todo un mundo, del cual sólo logramos asir una pizca.
Ahora, no debemos sólo concluir que la crítica a la convención es una crítica estéril, de hecho el punto esclarecedor de este texto para muchos fue la crítica a la jerarquía, a saber:
“construir un orden piramidal por castas y grados, crear un mundo nuevo de leyes, privilegios, subordinaciones y delimitaciones, que ahora se contrapone al otro mundo de las primeras impresiones intuitivas como lo más firme, lo más general, lo mejor conocido y lo más humano y, por ello, como una instancia reguladora e imperativa. Mientras que toda metáfora intuitiva es individual y no tiene otra idéntica y, por tanto, sabe escaparse siempre de toda clasificación, el gran edificio de los conceptos presenta la rígida regularidad de un columbarium romano e insufla en la lógica el rigor y la frialdad que son propios de las matemáticas”.
Así lo que incomoda a Nietzsche es de hecho la jerarquía, la clasificación, recordemos que Foucault lee a Nietzsche y continúa en la línea de la crítica a la convención y a la perpetuación de la jerarquía. Si algo crea la repetición es la naturalización, así se perpetuán las categorías, es la razón por la cual esta reflexión es importante para nosotros, en tanto antropólogos: La etnografía, por ejemplo, crea la sensación de la experiencia pura a través de su estilo literario, crea la sensación de veracidad en la medida en que quien escribe estuvo ahí, en el momento, percibió de forma directa y sin mediación, pero la pregunta que nos atañe entonces es ¿De verdad no hay mediación? ¿Lo que escribimos es la verdad o una verdad? Tenemos entonces una gran responsabilidad en dar a nuestros textos el carácter relativo que tienen, no olvidemos que esos otros que nosotros representamos a través del texto tienen una visión de la realidad que les es particular y no puede estar ni por debajo ni por encima de nuestra representación.
A partir de este momento, se comienza a reflexionar respecto a la relación entre los planteamientos de Nietzsche y Nishida. Para empezar, hasta este momento de la discusión, los autores leídos coincidían en que conciencia es saber que se sabe, pero para estos dos filósofos, cuando sabemos que sabemos, algo se ha nublado, no hay nada de real en lo que ha sido mediado por el lenguaje o el juicio, lo único verdaderamente real es la experiencia cuando esta es directa y pura. Esto, según algunos, mueve los cimientos de nuestro conocimiento, pues la mayoría partimos de que para conocer necesitamos del concepto, mientras que estos autores, proponen el concepto como el obstáculo del verdadero conocimiento.
Otro punto en común entre los dos autores es el referente al arte; Nietzsche dice:
“En sí, ciertamente, el hombre despierto solamente adquiere consciencia de que está despierto, gracias al rígido y regular tejido conceptual y, justamente por eso, llega a la creencia de que está soñando si, en alguna ocasión, ese tejido conceptual es desgarrado por el arte”,
Al igual que para Nishida, el arte es clave en la comprensión del mundo a través de la experiencia pura. Esto da pie a la discusión en profundidad de los planteamientos de Nishida.
Parte II
“Experimentar significa conocer hechos tales como éstos son, conocer de conformidad con hechos renunciando por completo a las propias elaboraciones. Lo que generalmente llamamos experiencia está adulterado con alguna clase de pensamiento, de manera que al decir pura me refiero a la experiencia tal como ella es, sin el menor aditamento de deliberada distinción.”
(Nishida 1995:41)
Al parecer Nietzsche y Nishida van por caminos similares, el primero hace una crítica acérrima a lo adulterado del pensamiento y el lenguaje, el segundo propone el concepto de experiencia pura, un concepto más optimista que el de Nietzsche. Sin embargo, para todos los asistentes el concepto fue muy difícil de asir, en la sesión decidimos preguntarnos si alguno de nosotros había alcanzado alguna vez la experiencia pura, pensando que así podríamos comprender el concepto. De esta manera, se compartieron diferentes experiencias que para cada uno se asemejan a la experiencia pura. El parto, el baile, el salto al aire libre, la natación, la toma de yagé, las relaciones sexuales, el orgasmo, el momento entre el nacimiento y la adquisición del lenguaje, un naufragio o la improvisación musical constituyen momentos de cada uno en los cuales han percibido la sensación del obrar sin pensar, o el hacer del no hacer del que habla Nishida, el encuentro entre sujeto y objeto, la conciencia de unidad.
La metáfora de la música parece ser una de las más esclarecedoras para explicar los planteamientos del autor, tanto para el mismo autor como en el marco de esta sesión. Nishida (1995:72), por ejemplo, nos recuerda que “se dice que cuando Mozart componía música, incluso sus largas sinfonías, podía imaginar inmediatamente toda la obra, como un cuadro o una estatua”, con esto quiere mostrarnos como la intuición intelectual y la experiencia no están separadas, o no deberían estarlo. Esta intuición intelectual, “desde el punto de vista de la experiencia pura, es verdaderamente el estado de la condición una de sujeto y objeto, es la fusión de conocimiento y voluntad” (Nishida 1995:73).
Al igual que con Mozart, en la sesión se usó el ejemplo de la composición del álbum Kind of Blue (1959) del afamado trompetista Miles Davis, para explicar, cómo la experiencia, el conocimiento y la voluntad, siguiendo a Nishida, no son más que varias caras del mismo fenómeno. Davis se reunió con un grupo de extraordinarios y virtuosos músicos en el Columbia Records' 30th Street Studio, les proporcionó sendas partituras que se consideraban una motivación, y en diez horas crearon todo un álbum de cinco pistas basado casi exclusivamente en la improvisación, esto es en la conjunción de experiencia, conocimiento y voluntad, en el ir un paso antes del momento, en la no separación entre pensamiento y acción en la interiorización total de la armonía, el tiempo y la melodía. La intuición intelectual, nos recuerda Nishida:
“obra no sólo en la base del pensar, sino también en la base de la voluntad. Esa intuición establece la voluntad porque querer algo es intuir la condición una de sujeto y objeto. El progreso de la voluntad es el desarrollo y acabamiento de esta unidad intuitiva. Desde el principio al fin, la intuición funciona en la base de la voluntad y la realización de la unidad intuitiva constituye la realización de la voluntad.” (Nishida 1995:75)
Este bello ejemplo, nos trae a la mente esa sensación de percepción directa del mundo a la cual el autor quiere llegar, sin embargo, y muy a pesar de nosotros, el autor plantea una serie de condiciones para que esta se constituya, principalmente la ruptura de osificadas dicotomías enraizadas en la filosofía de lo que algunos han querido llamar Occidente. Démosle un vistazo a algunas de ellas.
Para el autor, el interior y el exterior son posiciones relativas, si bien, aparentemente, en la percepción nos vemos movidos desde afuera y en el acto de pensar movidos desde adentro, esa es una diferencia relativa, al igual que en la botella de Klein, es imposible distinguir entre adentro y afuera, la experiencia es entonces un contínuum. De esta conjugación de interior y exterior se deriva otra no menos importante pero sí más cara para nuestra forma de conocer, a saber: normalmente, partimos de que el sujeto es quien conoce, y el objeto es lo conocido, y que en el juicio estos se relacionan, para Nishida, sujeto y objeto no están separados, “sólo cuando nos desembarazamos del yo y nos fusionamos con el objeto de pensamiento o con el problema – cuando nos perdemos en ellos – se manifiesta la actividad pensante” (Nishida 1995:52), es decir, el acto de pensar no está fundado en la separación sujeto objeto, sino en su disolución.
Pensar normalmente lo entendemos como diferente de percibir, percepción es conciencia de hechos concretos, pensar es conciencia de relaciones abstractas, para Nishida (1995:53) “no podemos tener conciencia de relaciones puramente abstractas, el movimiento del pensar se da en virtud de ciertas imágenes mentales concretas y sin ellas no puede realizarse”, así, “el acto de pensar y la experiencia son idénticos”. Esto nos lleva a la que, tal vez, es la sentencia más productiva en lo que respecta a nuestro trabajo: cuando hablamos de realidad objetiva simplemente “lo que se ajusta a ella lo consideramos verdadero y lo que está en conflicto con ella lo consideramos falso […] Así, en un sistema dado, una percepción es correcta cuando se ajusta bien a los fines del sistema; cuando va contra ellos se trata de un error” (Nishida 1995:55).
Para quienes consideran entonces que la verdad es universal, tal como Nietzsche, o que la verdad científica radica en su universalidad, una vez más el autor, quiebra los principios epistemológicos proponiendo que, “por lo general pensamos que conocemos los universal mediante el pensamiento y lo individual mediante la experiencia. Pero independientemente de lo individual, no existe lo universal” (Nishida 1995:57); entonces, “la verdadera universalidad y la verdadera individualidad no se oponen. Podemos expresar la verdadera universalidad mediante la determinación de la individualidad” (Nishida 1995:74).
Finalmente, escuchamos los espeluznantes 9:25 minutos de la pista So What del mencionado álbum de Miles Davis, intentando comprender la experiencia pura, intentando tener una experiencia pura, intentando no pensar, intentando que las elaboraciones no arruinen nuestro momento de percepción directa. La discusión quedó abierta, ¿es posible experimentar sin pensar? ¿Es necesario no pensar para percibir? ¿Hay tal cosa como una realidad verdadera? ¿Necesitamos alterar nuestra conciencia o tener experiencias de otro mundo para conocer el nuestro? ¿El yagé, la ketamina, el bungee jumping o le meditación zen nos darán la capacidad de conocer de otra manera? ¿No podemos lograrlo con lo que tenemos a la mano? No son estas preguntas superficiales, porque en el fondo de ellas está el problema de cómo conocemos y el problema de cómo construimos la realidad; realidad de la que seremos constructores privilegiados gracias a la autoridad entregada a nosotros por la academia.
[1] Textos discutidos: Nietzsche, Friedrich. [1873]. Sobre verdad y mentira en un sentido extramoral. Y Nishida, Kitarō. [1921] 1995. Indagación del Bien. Parte I: La experiencia pura.
Excelente bitácora. Crítica, completa, reflexiva. ¡Arriba Miles! que facilita la comprensión de Nishida.
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